domingo, 28 de marzo de 2010

24 DE MARZO


El día amaneció soleado, mi cuerpo se aprestaba para una jornada si bien de descanso y reflexión lo hacia también para encontrarse con el peso del encuentro espiritual con los compañeros que hoy no están, pero, que están en nosotros cada ves que los evocamos, que esbozamos una canción, que los proyectamos en el escenario con los dedos en V, pero que estarán definitivamente cuando concretemos en la pelea, los que ellos andaban soñando.

Desayune un café con leche con media lunas en la estación de servicio de la esquina de casa, los autos entran y salen, la gente a mi alrededor conversa sus temas rutinarios, es un día de asueto laboral, para algunos es solo eso.


Nos juntamos con los compañeros en Montevideo y la cañada, llega Julio en uno de los autos y me gasta si me voy de picnic, ya que me había calzado unas bermudas y franciscanas, entre tanto llegan otros compañeros en auto que nos trasportarían a la inauguración del Campo de la Rivera, ayer otro centro clandestino de detención.

Llegamos a la rivera, deduzco que su nombre proviene por estar a la rivera del rio, en verdad no lo se con certeza, Sus barriadas aledañas son muy humildes, los compañeros de ahí también lo son, es una fotografía precisa de los que los carceleros querían con certeza.


Abrazos, besos con compañeros, que si bien uno los ve periódicamente, ahí es como si nos encontráramos no tan solo físicamente, si no con nuestro corazón, nuestros sueños.

Comienza el acto que nos convoca, como comienzan siempre los actos, el himno nacional, las palabras, el coro, el grupo folclórico que rememoran a los luchadores, nosotros seguimos la charla con los compañeros, empezamos a recorrer el lugar, lo queremos imaginar sin el bullicio, queremos desenterrar los gritos de dolor e impotencia de los que hoy vemos en fotografías que cuelgan de un piolín.

Estamos sentados a la mesa del compañero Pirincho que nos ha invitado a su casa a comer algo. Teresa troza el pollo y nos sirve acompañado de papas fritas, los compañeros discuten, desde la cantidad de cementos que hay en nuestros barrios, el negocio que ello implica, hasta la asignación universal por hijos donde algunos opinan que no tiene que ser tan universal.

Ya estamos montados de vuelta a los autos que nos llevaran a la marcha. Llegamos, las banderas multicolores flamean, las cantata popular se desplega, a mi me queda dando vuelta en la cabeza aquella que dice “vea, vea, que cosa más bonita salieron a la calle los muchachos Peronistas”.

Y salimos , para dar la pelea por los que ellos andaban soñando.


ALBERTO REYNA

sábado, 27 de marzo de 2010

Facho con chispa

Jean Cocteau decía que Víctor Hugo era un loco que se creía Víctor Hugo. Cincuenta años después, con el atraso que la caracteriza, la revista Cabildo dijo que Borges era un actor que se creía Borges. Lo que dijo en realidad, desde las páginas de cultura de su edición de julio de 1981, era que Borges no existía: ése era el título de la nota (“Borges no existe”), firmada por un tal Dan Yellow, que sostenía que, a mediados de los años ’30, Leopoldo Marechal inventó un cacofónico seudónimo (Jorge Luis Borges) para los artículos que quería publicar sin su firma, que luego sumó a Mujica Lainez, a Bioy Casares y al oriental Wimpi a la diversión, que le crearon entre todos un pasado y una personalidad al personaje, y que “pasó lo mismo que con Frankenstein: el monstruo cobró vida propia y sobrepasó a sus creadores”. Razón por la cual no les quedó más remedio que contratar a un actor que encarnara al inexistente Borges: “Se encontró el candidato ideal, un tal Aquiles Scatamacchia. Se lo vistió adecuadamente, se le dieron dos o tres lecciones sobre urbanismo elemental (Scatamacchia mondaba con techito) y se lo lanzó a la vida pública”. Por ese motivo, concluía la nota, Borges nunca ganaría el Nobel, ya que la Academia Sueca estaba al tanto de la mascarada.

Insólitamente, la nota fue recogida por la corresponsalía de Le Monde en la Argentina y publicada en el diario francés, en un suelto sin firma, que fue reproducido días después por el semanario L’Express. Mientras tanto, en el número siguiente de Cabildo, el responsable de su página de cultura, Aníbal D’Angelo Rodríguez, confesaba a los lectores que tanto Dan Yellow como Aquiles Scatamacchia eran invenciones suyas, que todo se trataba de una evidente chacota y que lamentaba que, “mientras en Argentina pasan cosas trascendentales que apenas merecen comentario en esos medios”, su broma periodística hubiese originado una tormenta. “Si yo afirmara, por ejemplo, que Francia no existe y alguien se tomara esta afirmación mía tan en serio como la anterior, podría cundir el pánico”, seguía D’Angelo Rodríguez. “La Francia que conocí y amé parece haber sido sustituida por una mala comedia, representada por actores de segunda como Aquiles Scatamacchia.”

Este remate daba pie a que, en el número siguiente de Cabildo, el “auténtico” Aquiles Rosendo Scatamacchia asegurara por carta que el “inexistente” era D’Angelo Rodríguez y que él, en cambio, no sólo existía sino que no era ningún actor de segunda, puesto que, en 1936, la revista Caras y Caretas había publicado una foto suya anunciándolo como un nuevo valor que surgía, y en 1938 había hecho de segunda figura en la película La Virgencita de Madera, momento en el cual sacrificó su carrera para ser Borges. Para entonces, El País de Madrid también se había subido a la calesita: su corresponsal en Buenos Aires resumía todo lo ocurrido y entrevistaba a Borges, para saber qué pensaba del asunto. “Puede usted decir que no soy uruguayo ni actor, aunque no estoy seguro de existir”, contestaba Borges, además de comentar: “Hace poco los militares se enojaron con un actor que hace imitaciones mías por televisión. Yo le expresé inmediatamente mi solidaridad. La gente, por lo general, no tiene sentido del humor. Y mucho menos los militares”.

Todo esto ocurre, como dije, en 1981. Borges ya no es aquel que en 1976 saludó a la Junta Militar como un gobierno de caballeros, pero los de Cabildo no le hacen la joda por lo oportunista de ese viraje (mucho se dijo entonces acerca de dicho cambio: yo trabajaba de cadete en Emecé, la editorial que publicaba a Borges, y me acuerdo que el comentario general era que lo había hecho para ganar el Nobel). Ni tampoco es que lo castiguen por ponerse en la vereda de enfrente del gobierno militar, porque, al parecer, también Cabildo estaba en contra de la dictadura, según afirmó el propio D’Angelo Rodríguez en otra pieza de su autoría: “Cabildo siempre denunció la entrega del Proceso. Al punto de que fue la única publicación que se les animó a los militares, y por ello la clausuraron. En absoluto apoyamos a los masones del Proceso. Tenemos dos visiones del país totalmente distintas” (es decir, Videla, Massera & Cía no eran lo suficientemente ultracatólicos, nacionalistas y antisemitas para Cabildo).

Rememorando el episodio veinticinco años después en algunos blogs nacionalistas, D’Angelo Rodríguez se jacta de la chispa y picardía borgeanas de aquella travesura. La misma chispa y picardía exhibió por esa misma época en una carta enviada a Página/12, en respuesta a una nota de Sergio Kiernan sobre su ayuda a criminales de guerra nazis ingresados a la Argentina en 1947: “Querido Sergio: Muy entretenido tu artículo sobre la gente que mi madre y yo contribuimos a salvar. ¿Sabés qué pasa? Que no todos tenemos la suerte que tienen Uds. los zurdos, que pueden asesinar a cien millones de personas y no tener ni uno solo de los asesinos juzgados y condenados. Otra cosa, querido. Parece que te tocó en el trigémino lo de las narices ganchudas. Pero yo no tengo la culpa de lo que ves en el espejo al afeitarte. La culpa la tiene la endogamia que Uds. prolijamente practican y que es la responsable de que se consideren judíos. Yo tengo sangre italiana, española y croata, pero soy argentino. Vos y tus nenes, si los tenés, van a seguir considerándose judíos aunque pasen veinte generaciones”. Pocos meses después, comentando la aparición del suplemento adn, vuelven a brillar las dotes de D’Angelo Rodríguez: “El diario La Nación se ha desprendido del Cultural dominical que tenía una larga historia, no toda ella digna de crítica, optando ahora por una revista que acompaña la edición de los sábados. Quiera Dios que no haya nada simbólico en este paso del Día del Señor al Shabat...”.

Evidentemente, D’Angelo Rodríguez quiere que el zurdaje registre la chispa y la picardía que son capaces de tener las huestes nacionalistas ultracatólicas antisemitas. No le va muy bien con el zurdaje, pero entre algunos pibes despistados parece haberlo logrado. En mi último viaje a Buenos Aires pregunté en un kiosco de revistas si quedaba gente que compre Cabildo y el tipo me contestó, con la imperturbable cara de piedra de esos porteños que lo han visto todo y nada los sorprende: “Acá vienen pendejos que la piden creyendo que es la competencia de Barcelona, hasta que se avivan de que los de Cabildo la escriben en serio”.

Juan Forn

domingo, 21 de marzo de 2010

Los resistentes


Ahora son viejitos. O están viejitos. Porque serlo, no lo son. Aunque vacilen al hablar o el Parkinson asome aquí y allá. Esta gente no envejece. Protagonizó una de las luchas más puras de nuestra historia. La hicieron al margen de la conducción de Perón. La hicieron desde el corazón de las masas. No mataron a nadie. “Nosotros no matamos a nadie.” Llevaron adelante una huelga ejemplar respaldada por todo un barrio populoso y proletario: Mataderos. Hicieron, así, la Comuna de Mataderos, pero hablada en el idioma del Buenos Aires obrero, de los perseguidos por la “Libertadora”, de los que estaban dispuestos a no ceder, a no humillarse, a seguir peleando. Si Alejandro Fernández Mouján mostró en su film anterior, Pulqui, cómo era “la patria de la felicidad”, en éste nos muestra la patria de la persecución y de la resistencia a esa persecución. Los que toman la palabra son los veteranos luchadores. Uno de ellos dice que la lucha que protagonizaron (La Resistencia) “está oculta. No la quiere levantar nadie”. Por supuesto: nadie tiene ni tuvo mucho interés en levantarla. Si bien la Jotapé la reconoció siempre como antecedente, era sólo eso: un comienzo, un balbuceo. Incluso en esa estrofa que le añade a la Marcha Peronista está expresada la imposibilidad de entender el germen, el núcleo esencial de la Resistencia: Ayer fue la Resistencia/ Hoy Montoneros y FAR/ Y mañana el pueblo entero/ en la lucha popular. Error, grave error. ¿Cómo tantos podían vocear una consigna tan mal construida? ¿Nadie se daba cuenta? La consigna debió ser: Y por siempre el pueblo entero/ en la lucha popular. ¿Cómo el pueblo va a estar recién mañana en una lucha que se define popular? ¿Cómo va a ser popular una lucha que no tiene pueblo? Ahí está el iluminismo de la vanguardia foquista. Ellos son el pueblo. El pueblo, todavía, no está en la lucha que se hace en su nombre porque le falta, porque no está preparado o no está organizado. Falso: si no está el pueblo, la lucha no es popular. Podrá ser foquista, vanguardista, el germen de un Vietnam, lo que se quiera. Pero no popular. (Vietnam fue popular porque la lucha la hizo un ejército con una gran conducción y el apoyo de todo un pueblo. No fue por azar que ganaran.)

Hubo, en las guerrillas latinoamericanas, un error fatal: creer que se podía luchar en nombre del pueblo pero sin el pueblo. Los resistentes de la Resistencia Peronista eran el pueblo. Por eso la continuidad que marca la versión montonera de la marchita es errónea: Ayer fue la Resistencia/ Hoy Montoneros y FAR. No es así. Montoneros y FAR no son la continuidad de la Resistencia. La Resistencia estaba formada por obreros. Las formaciones especiales (que Perón bautizo bien: especiales, para una etapa especial de la lucha) no nucleaban obreros, sino jóvenes de la mediana burguesía, educados, con lecturas, con instrucción militar en Cuba y con la lucha armada como metodología principal de la praxis. La Resistencia es anterior a la Revolución Cubana. Nace –como bien dicen los militantes que filma Fernández Mouján– el 16 de junio de 1955. Es decir, retornado a la queja que estamos analizando (¿por qué nadie recuerda, nadie levanta a la Resistencia Peronista?) tenemos una primera respuesta: la Tendencia Revolucionaria del ’70 la levanta mal. Desde el foquismo, no desde las masas. ¿Quién más pudo haberla levantado? ¿Perón? No: la Resistencia fue la más importante acción de lucha del pueblo peronista, pero se dio al margen de la conducción de Perón. Los viejitos de Fernández Mouján son peronistas, pero no esperan ni carta de Perón, ni comunicación telegráfica o telefónica ni el famoso casete del grabador Geloso de la época. No esperan nada. No pueden esperar. Se han largado a pelear por su cuenta. Incluso la dura condena que Perón arroja sobre el levantamiento de Valle tiene ese raro tufillo: se hizo sin la orden correspondiente, sin el visto bueno del Padre Eterno. Por eso fracasó. Fue prematura. Claro: él no la había ordenado, ¿cómo no habría de ser prematura? Los resistentes no pueden ser levantados por el líder porque el líder no los condujo. La Resistencia tendría que haber sido levantada por el Movimiento Obrero, pero, una vez derrotada, los jerarcas de la conducción sindical se olvidan de la lucha y adhieren al diálogo, a la conciliación, al pacto, a la negociación infinita. Se acabó la lucha. Y no hay nadie más. Los comunistas –aunque participaron– nunca se llevaron bien con los obreros peronistas. Los radicales, ni hablar. Partido de clase media, siempre pacta con el régimen antes de hablar con los obreros.

Por eso es tan valioso este film. Hay que verlo. (Se da en el Malba. Hay que verlo pronto para que no baje. Si no, los resistentes van a sufrir otra tristeza: haber tenido poco tiempo para que la gente los conozca, para contar su apasionante historia.) Hay que escucharlos y hay que mirarles las caras curtidas por los años y por las luchas que protagonizaron. Son Eladio “Tate” Martínez, Enrique “Chiche” Pecorino, Jorge Vázquez, Juan Carlos “El Negro” Cena, Rafael Cullen y Reynaldo Mena. Ellos miran a la cámara y hablan. Y dicen muchas cosas memorables: “¿Qué nos dio el peronismo? El coraje de discutirle a un patrón. ¿Vos sabés lo que es discutirle a un patrón? ¿Lo que era eso en 1946, 1947? Era increíble. Y nosotros lo hacíamos. Con el peronismo habíamos aprendido que teníamos el derecho de hacerlo. Que el patrón no era el mandamás al que había que tenerle miedo. No, era un tipo como cualquier otro. Y nosotros le discutíamos. Si le pedíamos aumento de sueldo, nos decía: ‘Andá a pedírselo a Perón’. Si queríamos vacaciones, lo mismo: Perón, que te las dé él. Era una venganza. Los habíamos ofendido. Porque el obrero –con el peronismo– empezó a tener dignidad. ¡Empezó a ir a Mar del Plata! De pronto, los patrones que paseaban cómodos y tranquilos por la Rambla nos vieron aparecer a los negros ¡haciendo lo mismo! No lo podían creer. Iban a los cines del centro. Al Gran Rex. O al Opera. Y de pronto se les sentaba un negro al lado. Ahí les nació el odio. Si llevábamos una carretilla y la teníamos que dejar 10 metros más allá pero sonaba el timbre del mediodía, ¡a la mierda!, dejábamos la carretilla donde estaba. Exactamente en el punto al que había arribado no bien llegó el timbre. Algunos decían: ‘¡Negro hijo de puta! Llevá la carretilla ésa adonde tiene que estar’. ‘Llevala vos. Yo trabajo hasta que suena el timbre. Ahí, el tiempo es mío’. Nos odiaban. Por eso se vengaron tan fieramente. El decreto 4161. Si decías Perón o Evita, si cantabas la Marcha ibas en cana. ¡Y cómo picaneaban, hermano!” “Yo –dice otro– salía con el escudito peronista en la solapa, pero lo daba vuelta para que no se viera. A veces, un cana me bloqueba el paso. ‘¿Qué llevás ahí?’ ‘¿Dónde?’ ‘¿Cómo dónde? En la solapa, atorrante. Dalo vuelta, vamos.’ Yo lo daba vuelta y el cana veía el escudito. Me decía: ‘Boludo, te puedo meter en cana un mes o más por eso? Yo le sonreía. Me le acercaba un cachito y le decía: ‘Dale, si vos también sos peronista’. El cana se sonreía, pero como conteniéndose. Por fin, decía: ‘Andate. Pero cuidate más. No te regalés. No todos son como yo’.”

Las reuniones se hacían en las cocinas. Ahí se juntaban los morochos de la Resistencia. Le decían la militancia de las cocinas. A uno no le gustaba que le dijeran Negro. “¿Cómo Negro, carajo?” –decía–. “Yo soy un morocho sudamericano.” Iban a bailar. A los clubes de barrio. A las milongas. Las mujeres contra una pared. Los hombres, contra otra. A las mujeres les decían “Teneme el chico”. Porque no tenían dónde dejar a los pibes y eran madres solteras. Entonces, si algún morocho sudamericano las cabeceaba para bailar, ellas le decían a la amiga que tenían al lado: “Teneme el chico”. Eran todos laburantes. Todos tenían que ver con algún gremio. El PC buscaba unírseles. Pero sus militantes no querían cantar la Marchita. Ahí se armaba. Había canas jóvenes que colaboraban. Toda la primera resistencia –hasta 1960– fue cerradamente peronista. No hubo izquierda. Pero no porque fuera rechazada. Sino por otro motivo: no se presentó. La izquierda era culta y discutía en revistas –que los resistentes no podían conocer– si el peronismo había sido un fenómeno nacional burgués, bonapartista o, sin más, fascista. Por qué no había hecho la reforma agraria, por qué no había expropiado a los Bemberg, por qué sólo fue un fenómeno distributivo y no revolucionario. Entre tanto, los obreros ponían caños. Hacían sabotajes. Eran sacados de sus casas. O los milicos entraban en las villas.

No hubo ni habrá nada como la Resistencia Peronista. La hizo el coraje y la lucidez de los auténticos obreros. No la condujo Perón. Ni pensaron en la lucha armada, en matar a alguien. Se reunieron en las cocinas y la huelga del frigorífico Lisandro de la Torre fue ejemplar. La tuvieron que liquidar cruelmente con tanques Sherman y 2000 soldados. Bajo el Conintes de Frondizi. Pero nada podrá detener la lucha de los desposeídos, de los condenados. No significa que van a ganar. Eso nadie puede decirlo. Y ya se dijo demasiado. No. Significa que van a seguir peleando. Porque un día –en plena lucha de la Resistencia– apareció una pintada en un pequeño lugar que llevaba por nombre Villa Manuelita. Y expresa el empecinamiento de los hombres por pelear hasta el fin por eso que los hace –precisamente– hombres, su libertad. La pintada decía: Los yankis, los rusos y las potencias reconocen a la Libertadora. Villa Manuelita no.

José Pablo Feinmann

lunes, 15 de marzo de 2010

El proceso golpista del conglomerado opositor

Tres millones y medio de chicos reciben Asignación Universal por Hijo.

Dos millones de ciudadanos que estuvieron obligados a trabajar en todas su vida en negro, pudieron jubilarse. Cien mil mujeres y hombres integran cooperativas de trabajo. Hemos recuperado nuestros aportes jubilatorios al reestatizar las AFJP. Hemos recuperado Aerolíneas Argentinas. Tenemos una ley de medios audiovisuales democráticas, un verdadero modelo. Tenemos asegurada la provisión de leche, carne, trigo, por los acuerdos del gobierno y los verdaderos productores. La desocupación hoy es del 8 por ciento frente al 23 por ciento de 2001. Las reservas del Banco Central pasaron de 8000 millones a 48.000 millones. Los genocidas siguen siendo juzgados y condenados. Los chicos que fueron apropiados siguen encontrando a su familia. Además, el ALCA naufragó en las aguas del Atlántico marplatense. La participación de Argentina a través de su gobierno fue protagonista en los avances de la integración de Latinoamérica. El golpe contra Evo Morales encontró a los presidentes latinoamericanos, con claro protagonismo de nuestra Presidenta, unidos en apoyo al presidente boliviano.

Todo esto se logró después del desastre provocado por las políticas llevadas a cabo en la década del 90 que epilogaron en 2001 con la destrucción del Estado y de la Nación en la que las provincias quedaron desarticuladas, manejando papeles que figuraban como moneda sin ningún tipo de respaldo real, viéndose obligada la población para poder subsistir a volver siglos atrás recurriendo al trueque directo, como se hacía milenios.

De allí venimos. Los principales causantes de tales desastres hoy conforman lo que pomposamente se denomina “oposición”, y la denominación les cabe perfectamente, porque lo único que los une es eso, el oponerse, tarea que conforma una de las formas de “golpe” de Estado que ahora se llevan a cabo. Se han propuesto que el Gobierno no pueda realizar su tarea, es decir, “gobernar”. Para lograrlo han “asaltado” el Congreso, tarea que fue posible por la incalificable colaboración de un tal denominado “centroizquierda” para el cual el acuerdo logrado fue un “hecho histórico”.

La férrea voluntad política de la Presidenta de avanzar, a pesar de los obstáculos, ha vuelto a encrespar al conglomerado opositor tratando de inmovilizar al ejecutivo. La más exaltada en la tarea es Elisa Carrió que, inmediatamente después de la espléndida exposición que hiciera la Presidenta, azuzaba al conglomerado gritando la necesidad de “unificar la estrategia opositora para derrotar al kirchnerismo –es decir, al Gobierno– en el Congreso”.

Maniatar al Gobierno, frenarlo, paralizarlo, o sea, voltearlo. Esa es la estrategia y para eso la necesidad de unir a ese conglomerado al que sólo une el espanto. Pero la inquieta Carrió encuentra un escollo que es necesario remover, o mejor, ablandar, el “centroizquierda” cuyos vaivenes la sulfuran, y las chicanea: “Si no que después expliquen a la sociedad si son o no cómplices del Gobierno”. Como colofón, utilizó la expresión apocalíptica que en su momento hiciera Carlos Menem, “a los tibios los vomita Dios”.

Problema arduo. Desde la izquierda aliarse a la derecha no puede menos de ocasionar “mala conciencia”. La Sociedad Rural no puede menos de estar agradecida, pues nunca se imaginó lograr tales poderes en el Poder Legislativo.

Las cartas están echadas desde hace rato, por lo menos desde el proceso golpista iniciado para hacer retroceder al Gobierno frente a la pretensión de poner límites a las superganancias sojeras, pero ahora es absolutamente imposible no verlo.

La Presidenta puso en claro lo que para muchos todavía no lo estaba, o, en otras palabras, puso en limpio lo que estaba en borrador. Nos habló de dos países, el real y el virtual. No sé si los términos son los más adecuados, pero dicen claramente lo que quieren decir. Los avances logrados desde el 2003 para acá son negados absolutamente y en su lugar se pinta un país catastrófico. Es el clima con el cual, más el amordazamiento al Gobierno que se pretende hacer desde el Congreso, se pretende culminar el golpe en marcha.

Rubén Dri -Filósofo. Profesor consulto Facultad de Ciencias Sociales-UBA.

sábado, 13 de marzo de 2010

Los 37




la estrategia de tierra arrasada con que los grandes medios empujan y presionan a la oposición desde la derrota del oficialismo en las elecciones del 28 de junio empezó a mostrar efectos de irrealidad y síntomas de desgaste. La derrota en el Senado después de varios días de exaltación de una realidad monolítica que la oposición no tiene –ni tiene por qué tener– demostró los hechos como son: existe una primera minoría y una oposi ción saludablemente diversa. Una situación que deja el juego abierto y no lo condena al determinismo antigobierno reclamado con argumentos equívocamente republicanistas.

Pintar a un gobierno, éste o cualquier otro, como un villano peor que la dictadura, proponer el odio contra los Kirchner y en función de ese escenario convocar a una unidad opositora de salvación nacional, como hacen los grandes medios heridos por una ley que los perjudica, es un esquema que no parece demasiado ajustado a la realidad. Esa homogeneidad que se exige a la oposición para arrinconar al gobierno solamente es legítima en situaciones límite de verdad, las que, por suerte, no se dan. Cuando esa unidad se fuerza sin que existan las condiciones que la justifican, la democracia se empobrece en un juego entre dos partidos, el oficialista y el opositor, la polarización tiende a borrar diferencias y matices de uno y otro lado, y el debate y la confrontación de ideas son reemplazados por una lucha sólo por el poder.

Pero insistir en ese escenario tan extremo es la única forma de eliminar las críticas más cercanas, tanto en el oficialismo como en la oposición. La crítica se acalla ante el riesgo que despunta desde el campo adversario. En general, el escenario que vienen reclamando los grandes medios a la oposición, y que de algún modo empobrece aún más el hacer político, fue el que se vivió durante toda la semana que pasó y que implicó una derrota inesperada para la oposición. Inesperada para ellos porque se confiaron en una homogeneidad que por suerte no existe. Por suerte para la democracia, no para el Gobierno, que ahora resultó favorecido pero que en otras oportunidades esta característica le puede jugar en contra.

Durante esos días desapareció la oposición de centroizquierda en un fenómeno difícil de explicar, por el cual legisladores que provienen de corrientes progresistas, como los cordobeses del juecismo o el socialista de Santa Fe, se plantaron junto a Carlos Menem, Juan Carlos Romero o Liliana Negre de Alonso en contra de Mercedes Marcó del Pont, una de las pocas presidentas progresistas que ha tenido el Banco Central.

Se sabe que juecistas y socialistas tienen diferencias con los otros senadores de pensamiento tan conservador, sin embargo no lo demuestran cuando acuerdan que la senadora Negre de Alonso, partidaria del Opus Dei, presida la Comisión de Legislación General del Senado. Para el socialista Rubén Giustiniani, que ha impulsado proyectos a favor del aborto, constituye un retroceso esta alianza falsamente planteada como de salvación nacional. Para los juecistas, que han impulsado temas de derechos humanos, coincidir con senadores que están planteando amnistías o la reivindicación de Videla, también es un problema. Pero sobre todo desaparece esa diversidad de enfoque que puede plantear la oposición de centroizquierda.

Este reduccionismo de la diversidad política intenta que voten juntos reutemistas y socialistas y que los juecistas compartan el discurso con su comprovinciano el “milico” Aguad, cuando ellos surgieron supuestamente para superarlos. Pero, más allá de los nombres, tampoco hubo nada de progresista en ninguna de las posiciones que los unificó. Por el contrario, todos estos acuerdos han sido en función de propuestas conservadoras como la intangibilidad de las reservas del Central, el rechazo a Marcó del Pont o el fortalecimiento de las posiciones más conservadoras en cuestión de género, educación sexual o discriminación. Apoyar a Negre de Alonso y votar en contra de Marcó del Pont es reaccionario.

Para la oposición progresista, esta alianza a la que es llevada por la gran bola mediática que pinta un cuadro imaginario de crisis extrema implica perder gran parte de su identidad en función de hechos y medidas de corte conservador. Incluso en un determinado momento la ofensiva lanzada desde esta alianza opositora dejó en el aire el fuerte olor a pólvora destituyente. No de impulso golpista, sino de no dejar gobernar, de atarle las manos al Ejecutivo entre un coro de columnistas exaltados que reclamaban cada vez más de la oposición cuando sus dirigentes no lograban ponerse de acuerdo o expresaban sus diferencias lógicas.

El famoso mito alrededor de los 37 no puede definir los movimientos de todos los actores de un paisaje tan heterogéneo. Si la oposición reúne o no esa cantidad de votos en el Senado para tener quórum y mayoría propia debería ser algo a discutir frente a cada debate. Resulta absurdo que por el famoso 37, cual fórmula de la Cabala, desaparezcan las diferencias, muchas de ellas de fondo, entre las distintas corrientes políticas que están expresadas en la Cámara alta, tanto en el oficialismo como en la oposición. A no ser que los socialistas piensen igual que los menemistas, o los menemistas igual que la Coalición Cívica y los radicales y que todos ellos formen el gran partido de la oposición, en cuyo caso sería interesante que se lo hubieran comunicado a sus afiliados antes de las elecciones.

Los medios no tuvieron piedad por la derrota de la oposición en el Senado y titularon con un desprecio profundo hacia este sector que, desde sus necesidades, no sirve para frenar al Gobierno. Algunos de los dirigentes salieron a repartir culpas y sospechas, como suele suceder después de las derrotas, las que, como todo el mundo sabe, no tienen madre ni padre. Luis Juez y Elisa Carrió se anotaron en esa gimnasia bajo la suposición de que esos 37 senadores opositores están condenados a votar en línea durante los próximos dos años. Los radicales fueron más sensatos al reconocer que en los debates políticos a veces se gana y otras se pierde. Se puede buscar el motivo de esa derrota en la corrupción, como eligieron Juez y Carrió, o en el reconocimiento de la diversidad que existe entre esos 37 senadores.

No es un dato menor que se trataba de votar en contra de una de las economistas con mejores antecedentes para encabezar el Banco Central, “una militante de siempre por la producción y contra el ajuste”, como ella misma se definió, coincidiendo, seguramente, con una porción importante de peronistas, socialistas, radicales y algunos juecistas. Y, sin embargo, se les exigía a los 37 un rechazo airado a Marcó del Pont como si se tratara de una delincuente. Se la citó sin escucharla ni hacerle preguntas y con predictamen negativo ya anunciado públicamente en revancha por la maniobra del Gobierno de anular un DNU para pagar deuda con reservas y, al mismo tiempo, promover otros dos similares.

Los contendientes de ambos lados, el oficialismo y la oposición, mostraron que están dispuestos a jugar fuerte, sin salirse del marco institucional, pero forzándolo al máximo. Los dos argumentan que es la única opción que les dejan desde la trinchera de enfrente. En todos esos encontronazos ya hubo algunos resultados que deberán concretarse la semana próxima. Marcó del Pont ganó dos votos de los 37 que tenía en contra y es probable que permanezca al frente del Banco Central. Y en relación con las reservas, finalmente el Gobierno accedió a respaldar un proyecto de ley similar a sus DNU. Se verá en ese caso el resultado, aunque también habría otros dos votos de los famosos 37 que respaldarían el proyecto además del oficialismo. Es un resultado al que se llega con los ojos morados y varios chichones. No parece la mejor manera para tomar decisiones y no estaría de más que oficialismo y oposición investiguen caminos menos dramáticos. Por otro lado, la idea de un sector de la oposición de atornillar los 37 votos se demostró como irreal, y muy desfavorable sobre todo para el centroizquierda opositor, que termina desdibujado detrás de posiciones muy reaccionarias.

Luis Bruschtein

Que se vayan todos… Los hijos de punta

Fue en enero, en un lujoso club house alquilado por la rata Rattazzi llamado El Chorro (el predio, no el presidente de FIAT). Ambiente de puterío político y del otro. Champagne fácil y mucho olor a oligarquía. La crema del poder económico y algunos farabutes del jet set celebraban que un mes antes el Congreso Nacional de la Argentina se había llenado de aves rapaces y chimpancés.

La fiesta blanca. Así denominó Rattazzi a la popular reunión de castos patriotas. ¿Acaso porque los asistentes son inmaculados vírgenes de la sociedad ilustrada? ¿O porque en ese campo corrían por la raya los alados reyes que aspiran a intoxicar a los argentinos? Presencias temibles para la democracia: Mariano Grondona, el clan Macri, la “famiglia” Soldati, Daniel Hadad, Tinelli. No se detectó a la serpiente Carrió, aunque por esos días se la veía muy feliz retozando por las playas y provocando peligrosos maremotos cada vez que se arrojaba a las aguas.

En diciembre, el cristiano empresario ya había protagonizado una expedición libertadora de manual: primero un apriete a sus pares de la Unión Industrial para que tomaran posiciones de mayor confrontación contra el gobierno; después una reunión con Duhalde, en el que el bañero se mostró dispuesto a servir como salvavidas del antipopulismo kirchnerista; luego un viaje a Israel (según Ámbito Financiero del 21 de diciembre “para visitar una industria maderera”); finalmente, gran fiesta social gran por la boda de su hija, Rattazzita, con el nieto de Goar Mestre en el Tattersall de Palermo, con notable concurrencia: entre otros próceres, Domingo Cavallo y señora; los infaltables Macri y autoridades del Grupo Clarín.

¿Conspiración en marcha? No podemos asegurarlo, más allá de las coincidencias de ideas e intereses. ¿Confirmación de un hecho clave y peligroso para el futuro? Acá sí podemos darlo por sentado… Y es que esta runfla decadente que no tiene más motivación en la vida que amar al dinero y al poder (para lo cual se plantea aplastar toda iniciativa que intente repartirlo de otra manera), ha conseguido la victoria más importante de su carrera: después de “vencer” por la vía de la violencia más atroz, hoy ha logrado “convencer” a una masa estúpida de dirigentes de diversa extracción social e ideológica para que “vean” en el gobierno nacional de los últimos años al peor de los monstruos de toda la historia argentina.

Estos sectores han asimilado (en verdad se han tragado con placer) la idea de que nunca jamás, desde 1810 hasta hoy, el país estuvo tan al borde de su desaparición como desde 2003 para acá. Con una “naturalidad” que roza lo demencial, aparece esta nueva clase que compungida y seriamente afirma que lo que están “sufriendo” los argentinos no se vivió ni en la Década Infame; ni en los años de bombardeo, fusilamientos y proscripciones del 55 en adelante; ni en la masacre y el saqueo del 76; ni mucho menos en la estafa más grande que haya conocido país alguno en nombre de la democracia, cuando en los 80 y 90 se rifó el país de la manera más vergonzosa que se recuerde.

El odio al peronismo, el patológico comportamiento de verdaderos poligrillos de la política que hoy posan de monaguillos como si no hubieran pecado jamás (¡¡¡los radicales que vaciaron el Banco Central por negociar un megacanje ahora denuncian al gobierno que ahorró la friolera de 48 mil millones de dólares!!!), es una invitación a perder la cordura y abrir brechas muy profundas.

A uno, por caso, lo lleva a asumir conductas primitivas en la relación con otros eventuales pasajeros en este viaje de vida, que tal vez no sean aconsejables porque rompen cualquier posibilidad de armonía, pero que hacen a la más elemental forma de supervivencia, en este caso de un proyecto político. Queremos decir: los amigos de nuestros enemigos son nuestros enemigos. No hay vueltas. Y esto cabe para todos, sin excepciones. ¿Lo entenderán en las playas esteñas donde se levantan los pinos de Solanas?

Hoy tenemos que pelear contra una hidra de siete cabezas: corporaciones del dinero, embajadas, jueces, mercenarios de la política, periodistas, obispos que no tienen cura y esos civiles incivilizados que -para disgusto del padre celestial de la educación- llaman a la barbarie cuando les calientan un poco la sesera.

Todos empujan y golpean de arriba a abajo, en muchos casos esquizofrénicos, para provocar una verdadera movida de piso que nos quiebre y nos lleve a profundidades inimaginables. También nuestra Argentina está sufriendo un terremoto provocado por el odio y la sinrazón. Que seguramente tendrá réplicas sin pausa, de mayor o menor intensidad, para que no quede ni un edificio en pie y sus habitantes (el pueblo, nosotros) terminemos por aceptar que con la “naturaleza” de las “instituciones” no se puede.

La imbécil clase media que llena restoranes y playas, la que come y no convida porque se tragó muchos sapos en su vida, y que grita histérica que ya no se puede más porque le aumentan el perejil todos los días, esta vez no pedirá como castigo un movimiento militar sino un movimiento “institucional”.

¿Podremos eludir el diluvio liberal? Por si acaso, empecemos ya a construir nuestra arca de Noé. Todos los nacionales debemos reunirnos en el mismo barco porque ante cualquier posibilidad de hundimiento tenemos que estar más juntos que nunca. Hay que conservar la especie humana de la que venimos para que nuestra civilización de amor, solidaridad y justicia social no desaparezca nunca.

Vamos por nuestra gran balsa con una consigna: tengo que conseguir mucha madera, tengo que conseguir de donde sea… (Y que no nos falten palos).

Claudio Díaz - Periodista, profesor de historia y escritor