ENTREVISTA A JULIO C. MELON PIRRO, UN HISTORIADOR DE LA RESISTENCIA PERONISTA
La historia del peronismo sigue retroalimentándose constantemente, y siempre se encuentra un vericueto para poder revisarla. Julio César Melon Pirro, historiador y director del Grupo de Investigación “Movimientos sociales y sistemas políticos en la Argentina moderna” de la Universidad Nacional de Mar del Plata, es autor del libro “El peronismo después del peronismo” donde se analiza al mayor movimiento que tuvo la Argentina luego del golpe de Estado de 1955. Con Zoom, Melon Pirro recorre ese tiempo de resistencia, sindicalismo, exilio, proscripción y que dejó una fuerte marca en los acontecimientos que se sucedieron en los finales del siglo XX.
-Si algo quedó demostrado desde el 46 hasta acá es que no se puede gobernar sin el peronismo y este fenómeno también se dio en el 2001Sí, es la paradoja. En el 46, Perón era el candidato imposible; luego de 1955 todo el mundo apostaba a la desaparición del peronismo. La manipulación germaniana, académica y política, inducía a pensar en esa clave. El correlato era la idea de la manipulación de las masas, porque si se le abdicada a la posibilidad del manejo por la vía estatal, el peronismo se disolvía. La historia demostró que ocurrió exactamente lo contrario y hoy estamos en un escenario totalmente distinto. No se trata de la imposibilidad de llegar al poder en 1946, o la imposibilidad del resurgimiento después de 1955, sino que no se considera posibilidad política alguna fuera del peronismo y esto lo afirman tanto peronistas como quienes no lo son. Lo que no tiene que ver con la idea del movimiento hegemónico, sino con la ausencia de chances de una organización nacional fuera de la tradición peronista. Es como que la tradición peronista hubiera reemplazado a otras posibilidades históricas como la conservadora o liberal.
-¿La clave es que ahora esa tradición argentina la encarna el peronismo?
Todas las soluciones que se pueden imaginar, tanto con una orientación como en otra, cuentan con el peronismo como un insumo, pero no solo a partir de sus votos, sino como un protagonista concreto y central.
-Ahora nos metemos un poco en la temática del libro en sí. ¿Cuáles eran los vínculos de los grupos dedicados a la acción directa y el conjunto del movimiento en el peronismo post 55?
Con relación al peronismo post 55, este trabajo es un intento de dar una voz a quien las propias fuentes de la historia se las negaba. Esto es a quienes no eran protagonistas reconocidos de la vida política, social y cultural, en este caso los peronistas proscriptos y objeto de distintas formas represivas. Otra cuestión es que el peronismo no tenía una gimnasia para confrontar con el Estado. Sí hay algo de cierto en que había, en el relato germaniano, era la idea de que el peronismo había sido construido desde el poder. Entonces desde 1955 implica una confrontación desde la inermidad, la indefensión, la ausencia de instituciones protectoras y cobijadoras de esa militancia, que se hace desde el llano y que sufre un paso súbito de contar con el favor oficial, a la máxima hostilidad represiva del Estado. Eso es una experiencia que se hace al andar y esto es lo que le da originalidad y pureza, ya que es una militancia no mediada por un conocimiento teórico o una tradición previa de confrontación con el Estado como podían tener otras corrientes políticas como los anarquistas o los socialistas.
- Eran nuevos escenarios para esos militantes
Si, esto se hace de las bases y con escasa mediación de referentes previos. Eso es algo que le da mucha originalidad y espontaneidad con todo lo que tiene de potencialidad y complicación, en términos de la consecuencia represiva.
- Volvemos al presente: hablabas del peronismo y el Estado, ¿crees que la diferencia entre los peronistas y los que ahora dicen serlo es la reivindicación del rol del Estado, es decir los que defienden este modelo y los que están con De Narváez?
Yo decía que la constitución del peronismo es una consustancial a la estatalidad y luego esta otra experiencia esta en franca confrontación con eso. La cuestión de la dimensión del Estado y su capacidad operativa, como agente de transformación social, esta íntimamente ligada a la tradición peronista y me parece que esa es otra discusión más actual como lo que vos planteas. No vamos a ser muy originales si decimos que el peronismo tiene una tradición francamente asociada a ese rol transformador del Estado, esa presencia fuerte en las instituciones económicas del país. Y lo que decís con respecto a las versiones del peronismo crítico por afuera del gobierno, implican una redefinición de ese rol del Estado.
- ¿No es que unos reivindican al Estado, y este neoperonismo no?
Si, al menos como se presenta públicamente el debate, indicaría que de parte del gobierno hay una fe en el rol del Estado y una actitud mucho más crítica de la oposición peronista. Esto es paradojal, ya que la oposición peronista es más antiestatalista que la oposición no peronista. Uno escucha el discurso del radicalismo, por ejemplo, y por inercia la tradición radical está relacionada a una valoración muy positiva de las instituciones estatales. En cambio, el peronismo genera su máximo dentro del punto de vista de la visión del Estado, pero también su contrario. En este caso se trata de un peronismo un poco más conservador, con un modelo que está asociado, a nivel público, a una operación más inteligente de parte del Estado. Pero en términos de sospecha y a los enemigos de esta tradición suponen que es un regreso a la idea de los 90, de un Estado absolutamente prescindente y que arroja inerme a la sociedad a la voracidad del mercado.
- Vos decías que el 55 la gente estaba en indefensión en ese nuevo escenario y en ese caso, ¿cuál era el rol de Perón? ¿tenía una manera de dirigirlos o en realidad a él lo condicionaban las acciones de la Resistencia?
Es complejo, pero para responder rápido te diría que tanto peronistas como antiperonistas comulgaban con la idea que Perón dirigía las cosas dentro del peronismo, pero creo que él es casi el único que sabía que no las dirigía. Por ejemplo, esto se ve muy claramente con las medidas de acción directa, con la especie de ese terrorismo primitivo y particular porque no origina víctimas del lado de los objetos y si de parte de la militancia, por inexperiencia en el manejo de explosivos. Más allá de eso, se instala la idea de una resistencia peronista, que es inorgánica, barrial, desarticulada y disociada incluso de los sindicatos, que pronto afrontan otras formas de recomposición del poder y que tienen que ver con la organización economicista con lo que toman distancia de esas formas de acción directa, que son manifestaciones muy populares y bastante generalizadas. Perón apela a esa lucha y todas las posibles, como la sindical y la inorgánica de la resistencia de base y todos creen que él conduce ambas cosas, pero no es así. Perón, como le gustaba decir, cabalgaba la historia y le tocó atravesar un río muy difícil, que es el de la máxima hostilidad del Estado y del máximo descentramiento político. Y a las personas que se le endilgan la responsabilidad de toda esa resistencia era un exiliado sin dinero y un preso sin posibilidades de comunicación, como Cooke. De manera que tenemos que ponernos en esa situación y a veces la misión del historiador es recordar a los contemporáneos que esa idealización, que se transmite historiográficamente, debe restituirse a un lugar de observación esencial de una historia construida por un exiliado y un preso. Por eso la correspondencia entre Perón y Cooke es extremista, desde el punto de vista discursivo, porque tienen que extremar las posibilidades del discurso para poder interpelar y presentar la situación, en términos subjetivos, del modo más favorable posible. De manera que Perón no conducía las cosas, pero su gran habilidad fue consentir que si lo hacía y es el gran milagro de su supervivencia como personaje central de la vida política argentina.
-Tenía claro las acciones para hacer creer a los demás que si conducía.
Si, yo no se si Perón hacía creer o había cosas instaladas desde este punto de vista. Por otra parte, tenía una capacidad operativa real y una ascendencia muy directa sobre el conjunto de los peronistas y este es el dato esencial que distingue a Perón de los demás políticos y lo que lo conserva. Sin embargo, considero que era exagerada la percepción de un Perón dirigiendo los hilos de una resistencia peligrosa y absolutamente organizada, con una idea de conspiración permanente que vive el país en ese momento. Y esa creencia errónea es funcionalizada por Perón de un modo muy inteligente por su manejo de las cuestiones del poder.
- ¿Cuáles eran los argumentos de los que propiciaban la resistencia civil y los otros que pensaban en recrear un movimiento que volteara el gobierno de facto de Aramburu?
Esto se discutió mucho en la resistencia y Perón operó a favor de la resistencia civil. Al punto que desalienta el movimiento del General Valle, que fue una de las muchas conspiraciones militares que se ensayaron en ese momento y producto de las purgas internas que había en ese proceso en las Fuerzas Armadas. El movimiento de recuperación nacional, que es el que encabezan Valle y Tanco, no contó con el aval de Perón ni antes ni después del trágico desenlace de los acontecimientos y una de las cosas que se relatan en el libro es precisamente esta. Perón era renuente a toda solución militar del problema argentino, ya que era conciente que la situación no estaba dada para lo que él predicaba como revolución social. Por eso estuvo conciente que la solución era política, pero que todas estas cosas eran ingredientes de la solución política y fortalecían su posibilidad de no desaparecer del escenario nacional. Y la mayor prueba de todo ello es el modo en que Perón retorna al país es validando su rol central en los años 70 y a partir de un acuerdo político.
- Y a partir de que los demás se dan cuenta que sin el peronismo es imposible gobernar.
Exactamente, el Perón que vuelve es extremadamente lúcido y digo esto contrariamente lo que se piensa y se escribe en relación a la idea de la ancianidad del Líder. Él mismo conduce su regreso, es el que maneja los tiempos y es la persona que tiene que confrontar con un proceso, que es producto de todos esos años de proscripción y radicalización. Sería contrafactual pensar que hubiera pasado su hubiera seguido viviendo, evidentemente el conflicto estalló en tiempos de Perón y fue extremadamente doloroso no solo para él, sino para el conjunto de la sociedad. Las consecuencias es que todavía estamos en ese escenario, pero creo que tuvo lucidez para conducirlo y, probablemente, la tarea era imposible. La idea era que si no lo hacía Perón no podía nadie y la sociedad lo terminó creyendo en 1973.
- ¿Cómo fue el reacomodamiento de las organizaciones sindicales en 1955 y los nexos que tenían con los elementos de la resistencia?
Al comienzo sí hay una idea de sabotaje, que tiene que ver con la absoluta negativa de colaborar con la Revolución Libertadora y esta inicia una purga que llega a los delegados de fábrica. Entonces ahí no hay ámbito de negociación posible, ni conquista de parte del marco de la legalidad y prevalece durante unos meses la idea del sabotaje que se generaliza en los lugares de trabajo. Pero esta idea pronto es abandonada y ya los protagonistas no son los obreros, sino son los resistentes inorgánicos de otro tipo de atentados a medios de transporte, incluso instituciones militares en algún caso. Son atentados simbólicos más que nada, posteriormente a eso con la recuperación de los niveles de legalidad de las organizaciones sindicales, los caminos se van bifurcando. Luego en los años 60 hay una reincorporación de todos estos activistas de la resistencia en organizaciones sindicales porque la práctica del sindicalismo en los años 60 y 70 era que no se podía resolver sin contar con personas vinculadas con formas de confrontación, que son propias de la tradición sindical argentina no solo hacia afuera de los sindicatos sino a veces hacia dentro. Un caso muy paradigmático es el de un obrero, Moya, un activista que mata porque deja una bomba en un hotel y esa persona estaba vinculada a la Unión Obrera Metalúrgica. Entonces ese sindicato queda desubicado ya que no sabe que hacer con esa situación, porque al haber muertos no queda bien parado en la sociedad. En definitiva la tradición o el negocio del sindicalismo no es el del terrorismo, pero no hay una relación de hostilidad en esa época, eso es una idea más setentista.
- Los Montoneros se adueñaron de la historia de la JP cuando le dieron un marco fundante con el secuestro de Aramburu, pero la realidad es que hubo quienes comenzaron el camino antes y no son reconocidos.
En primer lugar es cierto que hay una forma de adueñarse de la historia de parte de Montoneros, el hecho que se elija el secuestro de Aramburu como la presentación pública de ellos y que el comando que lo secuestra se denomine Juan José Valle es suficientemente significativo. También es cierto que Montoneros contó, cautivó o coptó a muchas personas de la primera resistencia como la hija de Valle. Pero estas cosas son casi inevitables en la historia, esto es propio de toda actitud política e instalar sobre eso la idea de la manipulación es erróneo. En definitiva, cuando nos presentamos públicamente siempre tratamos de filiarnos a una tradición. En Montoneros hay mucho más que oportunismo en esa apelación a la idea de la resistencia peronista. Por supuesto que en toda presentación pública haya una serie de exageraciones, que son propias de toda operación discursiva. En términos positivos donde está mejor relatado eso es en la presentación cinematográfica de Operación Masacre de Rodolfo Walsh, ahí se filia muy claramente eso con un propósito deliberadamente instrumental, pero muy interesante y eficaz. La secuencia final de Operación Masacre condensa ese universo de representaciones de lo que hemos participado, esa idea, quizás maniquea, que se construye de una historia que es militante. Mi libro es lo contrario de eso, pero tratando de respetar a los actores y tradiciones en su relación situada con la historia.
- Pero en este caso es como si Montoneros se hubieran chupado esa historia previa, como que nunca hubiera existido.
Lo que pasa que el relato que construye Montoneros no es que no hubiese existido, se presenta la idea de este sacrificio heroico de la resistencia primitiva como un antecedente inmediato de algo más maduro, que surge un poco antes del secuestro de Aramburu, con la idea de la guerrilla urbana.
- Es como hablar de una prehistoria.
Exactamente está integrado al relato como una prehistoria, que es legitimante también. Porque hay que decir otra cosa más, que lo dijo Perón desde un perspectiva no académica: “no es que nosotros hayamos sido buenos sino que los demás fueron peores”, en un lenguaje muy llano para que llegara a todo el mundo. Pero la verdad que la Revolución Libertadora construye y reconstruye el peronismo, ya que no podrían haber hecho más cosas para otorgarle una semántica nueva a un movimiento que carecía de esos elementos hasta ese momento. Ahí empezamos a hablar de una tradición de lucha, que se solapa con una traición previa y sobre la que se encarna todo lo demás. Y sigue siendo eso, uno mira las manifestaciones, los carteles y los graffitis un poco seguimos en esa lógica y esa semántica construida con posterioridad al 55. La tradición de las luchas populares que tiene un efecto altamente movilizador todavía, no sé si para bien o para mal pero todavía lo tiene.
- ¿Crees que toda esa raigambre del peronismo está viva? Y ¿se puede pensar en un peronismo del siglo XXI con la impronta de esta nueva era.
Insisto con una idea: el peronismo debería tenernos cansados a nosotros y sin embargo nos tiene fascinados. Por actitudes que develan la singularidad de este fenómeno, no solo a los argentinos, sino a académicos de otros lugares. Pero creo que la clave es negativa en este sentido, no sé si podemos esperar un peronismo del siglo XXI, pero es muy difícil imaginar el país del siglo XXI sin otorgarle al peronismo un rol central. Que es un escenario absolutamente inverso al que se planteaba en 1955, donde nos íbamos a transformar en un país normal expurgados de esa gran singularidad que habíamos tenido durante 10 años, que había sido la experiencia peronista. Hoy se piensa absolutamente lo contrario, ni los observadores más conservadores, ni los más ultras de la izquierda postulan, prescinden, omiten, niegan sino más bien respetan, consideran, esperan, apuestan, esgrimen un razonamiento que no prescinde de la cuestión de la tradición peronista.
- Hoy se da el fenómeno al revés, antes lo querían sacar de cuajo de la escena política y ahora muchos se montan sobre el peronismo.
Totalmente de acuerdo y en esto participan todos, es extraño.
-¿Será por qué es un fenómeno absolutamente argentino?
No sé si es eso, el peronismo se confunde con la Nación y lo que acabás de decir es la mejor expresión de esa idea.
ROBERTO KOIRA
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