martes, 24 de noviembre de 2009

LOS RESISTENTES - RODOLFO PUIGGROS


CINE EN LA BIBLIOTECA NACIONAL(Agüero 2502 de la ciudad de Buenos Aires.)
Los resistentes. Relatos de la lucha clandestina entre 1955 y 1965 (Argentina, 2009) - 180 min. DIRECCIÓN Alejandro Fernández Mouján. GUIÓN Alejandro Fernandez Moujan, Martin Rodríguez. PRODUCCIÓN Sebastián Mignona, María Vera. IMAGEN Alejandro Fernández Mouján. MONTAJE Vanina Millione. SONIDO Lucía Selice. MÚSICA Tomás Bauer. PRODUCIDA POR El Perro en la Luna SRL.
El próximo sábado 5 de diciembre, a las tres de la tarde,se exhibe esta película documental que recoge experiencias de la resistencia peronista, por medio del testimonio de algunos de sus protagonistas. Al decir de sus distribuidores, el documental aborda la “anormal, desmesurada, alucinada odisea de la Resistencia frente a la violencia y el odio desatados por la dictadura de la 'Revolución Libertadora' en 1955".
Acompañando el estreno, se ofrece fragmentos de un texto muy poco difundido de Rodolfo Puiggrós sobre la "Fusiladora", publicado en 1959. Se trata, en realidad, de la versión taquigráfica de una charla que tuvo lugar —como parte de un coloquio con múltiples expositores— el 22 de agosto de 1958, en la Facultad de Derecho de la UBA (a poco de debutar el gobierno de Arturo Frondizi).
(...) Durante el período comprendido entre el 16 de junio y el 16 de setiembre de 1955 se observaron tres notables acontecimientos que decidieron el desenlace:
1. Un conflicto sorpresivo y arbitrariamente promovido entre el Estado y los altos dignatarios de la Iglesia Católica. La jerarquía eclesiástica podía tener razones para desear la caída del gobierno peronista (el poder de la Fundación a costa de la beneficencia clerical y aristocrática, el ascendiente de la clase obrera organizada, etcétera), aunque fue favorecida con la enseñanza de la religión católica en las escuelas y toda suerte de privilegios; pero es inexplicable que el gobierno peronista haya aceptado la provocación, si no se tiene en cuenta la labor disgregadora de elementos infiltrados en sus propias filas. La movilización de gentes notoriamente anticatólicas, que siempre lucharon contra la Iglesia y en 1955 manifestaron junto al clero, demuestra el carácter político de ese conflicto.
2. El anuncio de la firma de un convenio con la empresa yanqui California, que si alarmaba a ciertos sectores por la magnitud de la concesión, también alarmaba a otros sectores porque nos emancipaba de las importaciones de petróleo inglés, con las consiguientes consecuencias en las relaciones con Gran Bretaña (venta de carnes, tipo de convenios, etcétera).
3. Las vacilaciones e indecisiones del gobierno frente a la evidencia de una vasta conspiración y su temor a dar pasos revolucionarios concretos con la ayuda de las masas populares.
4. La ruptura del frente nacional y de la unidad en las fuerzas armadas como resultado de la actividad disolvente de los viejos dirigentes políticos impotentes y desplazados.
5. La descomposición interna del Estado nacional por la infiltración de esos mismos elementos y la insistencia de otros en dar marcha atrás en la política iniciada en 1946.
(...) Todos los sectores políticos y grupos sociales no peronistas participaron, en mayor o menor medida, en la organización del golpe militar. También participaron grupos desprendidos del peronismo, que lo acompañaron durante su gestión. Esta escisión fue particularmente notable en las fuerzas armadas y entre los nacionalistas —salvo en la Alianza Nacional Libertadora— y decidió el triunfo golpista.
Los militares y marinos golpistas ejecutaron una operación largamente acariciada y elaborada por los políticos liberales de las distintas tendencias. Estos consiguieron, a mediados de 1955, atraer a sectores de la burguesía y la pequeña burguesía (conflicto con la Iglesia, petróleo, miedo al proletariado, etcétera), inmovilizar a otros sectores y provocar suspicacias y rupturas entre las fuerzas armadas y la clase obrera organizada. Ninguno de los partidos se salva de responsabilidad por el golpe del 16 de setiembre. Es indudable también que tanto Gran Bretaña como Estados Unidos estaban interesados en el derrocamiento del gobierno peronista. La política imperial británica había perdido posiciones decisivas en la Argentina durante los diez años anteriores y al Departamento de Estado no podía calmarlo el convenio con la California, puesto que su problema de fondo en todo el mundo colonial, y especialmente en América Latina, consiste en no dejar que se desarrollen movimientos populares de raigambre nacional. (...).
Los ideólogos y políticos liberales fueron los más encarnizados y consecuentes enemigos del peronismo desde 1945, pero por sí mismos, repetimos, jamás lo hubieran derrocado. Estaban, por decirlo así, fuera de la historia. Esto explica que el paso decisivo no lo dieran ni los militares ni los civiles liberales, sino los militares y civiles nacionalistas, complicados a última hora con aquéllos.
Si bien el dispositivo militar-golpista estaba en sus manos, los nacionalistas no podían prescindir de los liberales. Necesitaban su apoyo para asegurarse la victoria, sin advertir, o aunque lo advirtieran, que ese apoyo no sería más que el preámbulo de su derrota. Porque al general (Eduardo) Lonardi y sus consejeros los inspiraba una idea utópica de la política, como lo es toda idea que mira hacia el pasado en esta época de grandes y continuos cambios. Querían devolver el poder a las viejas clases dirigentes —como lo expresó con claridad Mario Amadeo en Ayer, hoy, mañana—, desarrollar los temas nacionalistas de 1943 y atraerse la voluntad de las masas. Su problema parecía reducirse a separar a Perón del gobierno, porque los "había estafado". Y luego seguir adelante con Lonardi. El patriciado volvería al poder, pero esta vez para ayudar a los obreros a emanciparse y al país a ser independiente. Ni la Argentina ni el mundo están para semejantes paternalismos, propios de la Roma de los "pater familiae".
Entretanto, los liberales veían consumarse el primero de sus objetivos: el derrumbe del gobierno peronista. Mientras los nacionalistas hacían equilibrio en la cuerda floja de su utopía conservadora, ellos se dispusieron a borrar años de historia. Un halago derretido al oído de un general, un pequeño empujón y, al fin, en la Casa Rosada, como ministros o como consejeros e inspiradores de los ministros, que a veces resulta más efectivo. Diagnosticaron que la Argentina había sufrido una especie de "encefalitis letárgica", aunque no se ponían de acuerdo sobre la fecha; unos decían que desde el 6 de setiembre de 1930 y otros desde el 4 de junio de 1943. Decretaron que la Argentina no había existido durante el gobierno peronista y que si había existido no merecía existir. Y llenos de gozo se dispusieron a empezar de nuevo. La Argentina viviría la orgía del liberalismo. (...)
La "revolución libertadora" se propuso dos objetivos esenciales: destruir las estructuras y los dispositivos político-sociales creados por el gobierno peronista y edificar sobre sus ruinas un régimen de libertad. y democracia.
Tales fueron sus promesas declaradas y reiteradas.
Veamos cómo cumplió la primera parte de su programa: a) Ocupó las sedes, expropió los bienes, apresó y condenó a los dirigentes y declaró la ilegalidad del partido peronista. b) Expropió y destruyó la Fundación Eva Perón y todas sus dependencias. c) Ocupó militarmente e intervino a la C.G.T. y a los sindicatos y apresó y condenó a sus dirigentes. d) Llenó todas las cárceles del país con militantes del peronismo- y del movimiento obrero. e) Fusiló a militares y civiles. f) Prohibió por decreto el nombre, las insignias y las canciones del peronismo. g) Dejó cesantes en las universidades, colegios y reparticiones; públicas y estatales a los peronistas. h) Entregó los diarios a los políticos liberales, lo mismo que las radios y la televisión. Los fines de la "revolución libertadora" se cumplieron estrictamente en sus aspectos nihilistas o destructivos, aunque no faltan “libertadores” consecuentes que desearían llevarlos hasta el exterminio. físico de millones de argentinos y el arrasamiento absoluto de cuanto signifique economía y propiedad sociales y brote espontáneamente del pueblo o represente el germen del poder obrero.
El cumplimiento de la segunda parte estaba subordinado al cumplimiento de la primera parte del programa. La libertad y la democracia que prometió tenían que edificarse sobre la negación de la libertad y la democracia de las grandes masas que siguen siendo peronistas.
Los ideólogos "libertadores" resolvieron la contradicción con despampanante facilidad: declararon que el pueblo está con la democracia, y la libertad únicamente cuando vota a ellos y es "chusma servil" o "aluvión zoológico", partidario de la tiranía, si insiste en elegir a Perón.
Había que convertir a la "chusma peronista," en "pueblo democrático" para asegurar el éxito del último fin de la "revolución libertadora": el traspaso del poder, en comicios legales y dentro de las normas de la restaurada Constitución del 53, a un gobierno que diera seguridades de continuidad, a propios y extraños, del cumplimiento de los "objetivos revolucionarios".
Esta salida "legal" y democrática" se vio facilitada por el apoyo del peronismo a la candidatura del doctor Arturo Frondizi. En la medida que el actual presidente es consecuente con los principios que lo inspiraron en la lucha contra el movimiento de emancipación nacional y justicia social que nació un día de octubre de 1945, podemos afirmar que los "fines" de la "revolución libertadora" se están desarrollando hasta sus últimas posibilidades.

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